miércoles, 29 de mayo de 2013


Con Puzzle ya registrada había llegado el momento de darla a conocerla como lo que es: una nueva novela juvenil con mucha acción y aderezada con unas gotas de humor y amor.

El reto era presentar a Júlia, la dura e independiente protagonista de nuestra historia, y que la gente supiera que no era únicamente una chica de diecinueve años más, si no una mujer fuerte y endurecida durante su cruel adolescencia pasada, pero a la vez indecisa y temerosa de su presente.

Así que hice una lista de mi plan de actuación: lo primero darla a conocer en las redes sociales, por lo que creé una página de Facebook exclusivamente para Puzzle:


Otra página en Twitter:


Y éste blog:


Además pensé que sería importante buscar blogs similares y páginas relacionadas con la pasión por leer y/o escribir y os aseguro que eso lleva mucho, pero que mucho tiempo.

Lo segundo que pensé fue en editarla, o más bien auto editarla. Existen muchas páginas web donde puedes crear y editar tu propio ebook, incluso puedes hacer alguna tirada pequeña en papel por menos de 300 euros (bubok*) e intentar venderla por tu cuenta o por las librerías virtuales que hay en la red como descubrí investigando por allí, pero como una servidora es muy novata del tema y todavía no tenía claro que era lo mejor, decidí ir a lo seguro: Amazon.es


Asesorada por gente más experta que yo en la materia, le puse un precio bajo y asequible a todos los bolsillos, con la esperanza añadida de que por lo menos una persona que no fuera de mi familia o de mi círculo de amistades la comprara, y espero que realmente esté siendo así o tengo más amigos y familiares ¡de los que creía saber!

Lo tercero que tenía claro que debía hacer, era hacerme un listado de las editoriales españolas que publican novelas del mismo género que Puzzle y hacerles llegar un manuscrito por mail y/o físico. Mi sorpresa fue tremenda cuando comencé a recopilar esa información y en las páginas web de las editoriales te advertían de que no perdieras el tiempo en enviarles nada que ellos no hubieran pedido antes, porque no lo iban a leer…

Visto lo visto, ese plan se convirtió en otro: recopilar los correos electrónicos de esas páginas web y enviarles un correo con mis datos y una breve sinopsis de Puzzle, pidiéndoles permiso para enviarles el manuscrito completo en el caso de que les pareciera de su interés.

Así fue como resultó:

Envié el correo a diez editoriales distintas: una de ellas enseguida me contestó dándome las gracias por el ofrecimiento pero declinaban mi oferta. Siete de esas nueve editoriales restantes todavía no han contestado nada y las otras dos ¡estaban interesadas en recibirlo!

Cuando recibí la noticia de la primera editorial en la que me decían que les había gustado la sinopsis y querían leer la novela entera, los pelos se me pusieron de punta…

Soy consciente de que eso no quiere decir nada, es más, a lo mejor luego leen la novela y no les gusta, pero jamás creí que algo así pudiera ser posible y me siento muy orgullosa con los logros alcanzados hasta el día de hoy.

Una vez enviados los manuscritos a esas dos grandes editoriales españolas, mandé imprimir cuatro libros para enviarlos al pequeño grupo de editoriales que prefieren recibir los manuscritos físicamente. Sinceramente, cada libro sale por un coste de 20 euros con gastos de envío así que si estás pensando en hacer algo parecido, mírate muy muy bien a quien lo envías y a quien no (a no ser que te sobre el dinero, claro).

Ahora mismo me encuentro en la cuarta propuesta de mi plan de actuación: los concursos**.

Aquí volvemos a un tema parecido al anterior: manuscrito físico, normalmente imprimido a doble espacio, con encuadernación y por duplicado o triplicado, por lo que presentarse a cada concurso puede tener un coste de entre 45 o 70 euros, ¿para pensárselo verdad?

Pues ahora ya lo sabéis, ¡hay que trabajar tanto o más con la publicación, que con la creación de una novela!


jueves, 16 de mayo de 2013


Las puertas del ascensor se abrieron al llegar a la cuarta planta.

Salí del interior mucho más calmada, pues había aprovechado los segundos que me brindó el breve ascenso, para respirar hondo y disfrutar de lo que estaba haciendo.

Miré a mí alrededor, mientras escuchaba las puertas cerrarse a mi espalda.

Me encontraba en un pequeño distribuidor con paredes de cristal que enseguida me dejaron entrever donde tenía que dirigirme.

―Hola, venía registrar mi novela ―le dije a una de las dos chicas de la sala. 

―Vale. Siéntate aquí y ves sacándolo todo ―me contestó ella mirando mi bolsa, en vez de a mí―. Termino con éste chico y voy contigo.

Me senté frente a la mesa alargada, justo al lado del joven al que la chica estaba ayudando cuando yo entré, y de reojo pude ver que él estaba allí para registrar su tesis doctoral. El brillo de sus ojos desprendía la misma ilusión y el mismo orgullo que seguramente desprendían los míos, aunque con una diferencia: el no parecía haberse fijado en que allí había alguien más que él, su tesis y su novia.

Saqué con cuidado a Puzzle de la bolsa de colores junto a la documentación que por internet había leído que me iban a pedir.

―¿Lo has traído todo? ―me preguntó la empleada del registro, antes de lo que yo esperaba.

―Sí, claro ―dije, demostrando que había hecho los deberes.

―Veámoslo. ¿Has rellenado los formularios?

―Sí.

Se los di.

―Veo que tú novela está encuadernada pero, ¿está también numerada e incluye tus datos personales con nombre y apellido completo en la primera página?

―Sí.

Se lo mostré.

―¿Has traído la fotocopia del DNI?

―Sí.

La chica alzó los ojos por primera vez de la documentación y me sonrió, satisfecha con el resultado.

―¿Has firmado la primera página, la última y un par más en el medio?

―¡No! ―le dije intentando recordar si había leído o no que eso fuera necesario.

―Pues te recomiendo que lo hagas. Mientras, miraré que todo esté bien y se lo pasaré a mi compañero.

Miré en dirección a donde señalaba su dedo y vi que detrás de un pequeño mostrador se escondía un chico de unos treinta años, al que no había visto al entrar.

―De acuerdo.

―Por cierto ―continuó la chica―aquí pone que eres la única autora de la novela, ¿es así?

―Sí, así es.

―Vale.

La chica siguió mirando que los documentos estaban correctos mientras yo firmaba las hojas de la novela.

―Susana, cuando pones que quieres registrar imágenes, ¿te refieres a éste corazón de la portada o hay alguna más en el interior?

―Al corazón de la portada. Lo ha dibujado mi padre ―añadí orgullosa.

―¿Tu padre? Pues es realmente precioso, pero… entonces me has engañado al decirme que la obra era toda tuya ―bromeó, rompiendo por primera vez su estereotipada conversación.

―¡Pero es mi padre! ―le seguí la broma.

―Claro que sí, mujer. Igualmente hay un problema. Los corazones no se pueden registrar porque entonces tu padre, o tú, seríais los propietarios de todas las imágenes de los libros con corazones, e incluso de los que hay en internet.

Le miré sorprendida conmigo misma, pues no había caído en pensar algo que parecía tan lógico al escucharlo de su boca.

―Claro, lo comprendo, sería un acto demasiado egoísta por nuestra aparte.

―¡Exacto! Veo que lo has comprendido.

Intercambiamos unas miradas de complicidad en la que dejaba entrever que no siempre era tan sencilla la comprensión con la gente. Pasé luego a donde estaba el único hombre (trabajador), de la sala y le aboné la factura.

Me despedí de ellos con una gran sonrisa, una cabeza llena de grandes pensamientos y una gran bolsa vacía.

Puzzle ya estaba registrada. Ahora faltaba darla a conocer.

martes, 14 de mayo de 2013


Estos días están siendo especialmente intensos con la publicación de la novela en Amazon ( http://www.amazon.es/Puzzle-ebook/dp/B00CP58FNW/ref=pd_rhf_ee_p_t_1_8RHZ ), pero por fin encuentro un momento para explicaros como fue el registro de Puzzle, así que os haré cinc cèntims, como decimos los catalanes.

Manuscrito terminado, con la preciosa portada en forma de corazón que dibujó mi padre y los documentos debidamente cumplimentados y todo ello metido en una colorida y llamativa bolsa de papel grueso, me encontré lista para ir a Barcelona a registrar la novela.

¿Sabéis cómo se siente uno, los días previos a un viaje importante? Pues así me sentí yo durante los apenas treinta kilómetros que separan Abrera de Barcelona. Con esas cosquillitas en la barriga (y no de hambre), que te avisan de que vas a hacer algo inusual, y además está ese otro mensaje de alerta en la cabeza que te repite una y otra vez lo mismo: ¿seguro que no olvidas nada? ¡Pues toma!, vuelta a mirar la documentación que habías mirado cinco minutos atrás para darte cuenta de que, efectivamente, cada papel sigue igual, en la misma posición y sujeto por el mismo clip… Por suerte la mayor parte del trayecto la hice con mi hermano mayor y hablamos de tantas cosas diferentes, que incluso me consiguió distraer de mi monotema por un rato.
Una vez en la ciudad condal mi hermano José marchó a trabajar y entonces yo, que estaba únicamente  a cuatro calles de Muntaner, decidí aprovechar ese día precioso para ir dando un paseo, redescubriendo esas calles por las que siempre se anda con demasiada prisa.

Sin darme cuenta, llegué. Ya estaba frente a la puerta de cristal del Registro de la Propiedad Intelectual.

Los hechos acontecieron, más o menos así:

―Buenos días ―saludé educadamente al trabajador que había tras el mostrador de la recepción.
El hombre levantó ligeramente la cabeza por encima del tablero y me miró directamente a los ojos.
―Hola, vienes a registrar, ¿verdad? ―contestó él sin énfasis, aunque cordial.
―Sí… vengo a registrar.
«Susana, con más aplomo», me dije a mi misma al darme cuenta de que empezaba a ponerme nerviosa.
―Déjame tu DNI.
Dejé la bolsa en el suelo y busqué el monedero dentro del bolso, sorteando con los dedos los coches de carrera de mi hijo y un paquete de toallitas de bebé que por poco no terminan también en las losetas de mármol, junto al manuscrito. Se lo dejé y observé como volvía a enterrar la cabeza tras el mostrador, con él.
―Ten ―me lo devolvió pasado medio minuto ―al fondo a la derecha tienes el ascensor. La planta 4.
―¡Gracias! ―contesté yo con demasiada efusividad.

Ese es el problema de los nervios. O te hacen sentir tonta, demasiado lista, o loca.

Cogí la bolsa, sin ni siquiera pararme a guardar el DNI y fui hacia dónde él me había indicado. Al llegar presioné el botón del ascensor para que bajara y aproveché para guardar entonces el carnet en el monedero. Aún no había terminado de cerrar el bolso que las puertas del ascensor se abrieron y salieron de su interior tres hombres de unos cuarenta años de edad, de la misma estatura, barbudos, con gafas y vestidos de manera casi idéntica: pantalones de pana a pesar de la calor y camisa con coderas.
«Sin duda es aquí», me dije yo.

Entré sonriendo en el ascensor. Dejé la mareada bolsa apoyada contra el cristal interior, apreté el botón número cuatro y mientras las puertas se cerraban, respiré con profundidad.

Estaba muy cerca de ponerle el sello de <<mío>>, a algo a lo que tantas horas de esfuerzo había dedicado en mis últimos dos años.